jueves, 16 de septiembre de 2010

EL SUSURRO DE LA CARACOLA


Érase que se era una niña a galope sobre el viento. Su pelo se enroscaba entre los tirabuzones del aire y dejaba caer su cabeza hacia atrás para sentir el frío arañándole la cara.
Ella se escapaba de su aula. Mientras la profesora señalaba los ríos y la clase los cantaba de memoria, Susurro (ese era su nombre) desaparecía.
Entraba en el tunel de los deseos, un hueco que ella había descubierto en el ropero de los abrigos. Era un agujero alargado y luminoso. Estaba rodeado de madreselva y jazmines. Enredaderas de parra se agarraban al bajo techo, y entre tanta hierva, unas lucecitas iluminaban todo el camino. Eran luciérnagas que se movían y chocaban. Al final, el conjunto daba la impresión de ser un camino hacia el universo. Un bosque de estrellas y hojas.
La niña entraba arrastrandose y cuando estaba dentro sus pies se llenaban de luz y volaba despacio, era como posarse sobre una nube de sol.
Al final del tunel encontraba tan sólo el cielo y las corrientes de aire que la arrastraban de un lugar a otro. Podía hacer piruetas, saltar de una corriente caliente a una fría, trepar por un hilo de gotas de lluvia. Era feliz allá arriba, aunque sabía que no podía estar mucho tiempo. La clase se acababa y tenía que regresar para decirle adiós a la maestra.

Susurro salía del cole con los mofletes sonrosados y el cabello revuelto. Luego esperaba en la puerta a que su madre llegase. Ésta sabía lo que decían de la niña en la escuela. Le hablaban de sus rarezas y la profunda dispersión que sufría. El gabinete psicopedagógico le había diagnosticado autismo. Susurro se aislaba, desaparecía y nadie era capaz de llegar a ella, a su mundo, a la cueva en la que se sumergía.
Susurro no podía soportar los días en los que acudía a un despacho donde una señora con forzado tono dulce la obligaba a hacer dibujos y después le preguntaba sobre ellos. Siempre dibujaba lo mismo. Una espiral con forma de caballo alado. La mujer siempre le decía que esa mancha era su confusión y el deseo de salir de sí misma. La niña detestaba sus palabras, no las entendía. Sentía como si le arrancasen las imagenes que ella tenía en la cabeza. Por eso quiso cambiar.

Susurro fingió ser como todos los demás, sin embargo nunca abandonó su tunel pero se vió forzada a esconderlo y a esconderse. Así su profesora estaba contenta. Su madre ya no la llevaba a la señora odiosa. Para sobrevivir tuvo que dejar de acudir todos los días a su paraíso. Pero siguió cabalgando en el aire.
Susurro no hablaba de su secreto, tan solo se lo contó a aquellas personas que lo descubrían, y en voz bajita se reía contando sus bonitas aventuras.

Fue una suerte poder subirme a aquella ola de viento. Guardo sus palabras en una caracola debajo de mi almohada. Su susurro en la noche me lleva a sumergirme en sueños con luciérnagas y universos salvajes. Con corrientes de aire que me llevan y me traen.
Me despierto y tengo el pelo enmarañado y enloquecido.
Así sé que he viajado muy lejos.

Lejísimos.

3 comentarios:

  1. ...
    Te veo. Tan adentro, que todas tus palabras me suenan, como una diminuta brizna de hierba que se agita en un gran prado que intuyo en mi espalda.

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  2. Es curioso como salen las palabras y se unen para crear una historia... Cuando la vuelvo a leer me doy cuenta de que es hija de toda mi vida, de la vida de otras personas, de lo que está por venir...
    Me imagino ser esa brizna y me resulta muy curioso pensar en el movimiento de millones de hierbitas chocando unas con otras y contagiándose su suave agitación... pero lo importante es que la hierba esta viva y se mueve, aunque sea diminuta.

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  3. UNA CARACOLA DEL MAR

    Es una niña hermosa
    como una caracola
    tiene el sonido del mar.
    A veces se enoja, se pone brava
    pero es dulce como la miel.
    El Rey del mar la mira desde lejos,
    la atisba por sobre su barbilla
    porque su bravura la lleva en sus ojos
    que son los ojos del Rey.
    Es una caracola dulce y transparente como la primavera
    y tierna como la mirada de una niña que aun no deja de mamar
    Desde lejos la veo
    Desde lejos la siento
    Desde lejos la tengo cerca mío.
    L.R.

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